amo . 1 . 2 . 3 . 4 . 5 . 6 . 7 . 8 . 9 . 10 . 11 . 12 . 13 . 14 . 15 . 16 . 17 . Bikarregui Un día de Mayo del 2000 me entero por el secretario de la Euskalzaindia, Mikel Gorrochategi Nieto, que un par de caseríos, un día cuna de mis ancestros, estaban en pie; también siendo restaurados. Había advertido en los archivos eclesiásticos microfilmados por los gentiles mormones, que mi familia era originaria de Arratia; más precisamente de Dima. Pero nada más. Ahora esta sorpresa me levantó en ánimos tales, que a las dos horas tenía asegurado el ticket del avión y a la noche siguiente estaba atravesando el océano. Correlatos de espíritu a 12.000 km Había pasado 40 años sin tocar el suelo vasco. El 21 de Mayo me sorprendió en el alto Oba. Y a poco, en días sucesivos recorrí a pie todos los caminos que van subiendo a Bikarregi, Artaun y Santa Lucía en Igorre. La ermita de Santa Águeda, centro de la Cofradía de Bikarregi, a la que habían pertenecido todas mis hebras familiares de los Eitzaga y los Amorrortu, estaba cerrada. Pero quiso mi buena suerte por esos días darme a conocer a Kepa, quien por ser vecino estaba a cargo de ella. Como etnógrafo se había ocupado de estudiar esta ermita y hasta logró descubrir, pincel en mano, un piso maravilloso, conformado con pequeños cantos rodados que cubrían las áreas del atrio. Solado del eremita
Cuando nos encontramos aquel día en el bar de Ugarana presentado por otros amigos, pronto recalamos en casualidades que me abrirían las puertas de la ermita y facilitarían electricidad para iluminar aquellos capiteles que remataban las cuatro columnitas que sostenían los arcos cruceros. El pequeño capitel del niño
El de la anciana Ya he relatado en otros escritos aspectos que tocaban sufrimientos. Pero en ellos nunca hablé de un niño que con mi señora poco antes de nacer habíamos perdido. Reflejaban estos cuatro capiteles los rostros tallados por un hombre, que sin ser artesano ni artista, estaba por su profunda instalación, llamado a serlo. Las cuatro obras recogen dolor monumental, que no necesitaba virtuosismos para ser expresado. El de la Esposa Por el contrario, fueron aflorando El gesto es tremendamente hondo, preciso; no hay titubeos; hay dolor; hay muerte; enojo; alelamiento. El pequeño capitel del niño con los ojos cerrados, muerto, tiene tal hondura y dolor, que jamás podría referir a nacimiento alguno. El rostro del eremita El de la anciana, con su rostro aplastado y sus ojos también cerrados, no sólo es igual en su señal de muerte, sino que aun más, mete miedo. Alguna vivencia profunda traduce el Eremita en esta imagen, que excede su contexto existencial. El de la mujer joven con los ojos abiertos tiene su entrecejo cargado de enojo. Estos cuatro rostros enlazan un drama que habla de una familia concreta. De una situación humana que catapultó a una criatura humana a una soledad de humilladero. El perfil del eremita Así puedo entender estos destinos que superan el marco de cualquier vocación. Ésto no responde a vocación alguna. Sino a descalabro y dolor infinito. Ésto no es un Belén ni cosa que se le parezca. Pero merece mi mayor respeto y acuso mi mayor dolor. El perfil de la anciana Darme a fotografiar estas imágenes fue tarea penosa e inevitable. Se me partía el alma. Pero si tengo que hablar del Eremita de mi sangre, no puedo abreviarles patenciar ésto que siento. Por abstractos, no menos sublimados relatos de hondura medular Que la bondad del Padre alcanza a todos. También a él. Y a todos los que por un gran misterio de amor fueron convocados durante siglos a vivir en el marco de su cercanía. Y cuando digo: "está aquí", me refiero concretamente a mi lugar, a miles de kilómetros, del otro lado del océano. Kepa, se tomó en el atrio, un trabajo de monumental paciencia. y que por ello, repito, escribo:
Diez años atrás, encontrándome sumido en dolor y pobreza, hube de dedicar dos meses y medio a una tarea que no debía haber tomado más de cuatro días. El resultado fue el piso de un lugar al que llamo “Al establo”, en medio de una enorme construcción de aproximadas 500 toneladas, que luego tardaría siete años de mi vida en encender. Y aplico esta palabra porque siento esta obra, luminosa. Un hermoso caserío cargado de entrañas vascas; y también celtas. No puedo dejar de mencionar que tengo de mi madre sangre gallega. También catalana. Pero volvamos al piso del establo. Nunca terminaré de caer de esta sorpresa. Porque ni anticipo de tales vivencias había expresado a ésta, ni a persona alguna. Aconteció hace ocho años. La matriz simbolizadora es de la misma impronta. Recuerdo los pisos de Giovanni Pisano en la Catedral de Siena. Aquello es bellísimo. Pero no es relato, ni patencia historia. Haberme regalado este viaje al País Vasco, tanta carga de alegrías; de carácter; de identidades; no alcanzaría sumado todo ello si fuera sumable, para cubrir la montaña de gracias que me descubrió la ermita de Bikarregi y quien fuera su entrañable Eremita. Cuidando aun hoy, el cáliz sagrado de cada una de las vidas que se enhebra en cercanas heredades afectiva. Bendita condición humana. Amasadas tántas a contener dolor desde reflejos de una misma vida.
Terruños Ámbitos atesoradores de todo amor, toda memoria, todo esfuerzo y toda cultura La declaración quizás más profunda y hermosa que jamás se haya hecho sobre las tierras entrañables, y todas, depositando nuestra vida lo son, fue hecha hace 146 años por un aborigen que habitaba las tierras del Noroeste americano, hoy, estado de Washington. Este hombre entrañable, que no duda en llamarse "salvaje", es el jefe Seattle de la tribu Swamish. El Gran Jefe de Washington manda decir que desea comprar nuestras tierras. También nos envía palabras de amistad y buena voluntad. ...mis palabras son inmutables como las estrellas. ¿Cómo podéis comprar o vender el cielo, el calor de la tierra? ...lo decimos oportunamente. La savia que circula en los árboles porta las memorias del hombre de piel roja. ...El agua centellante que corre por los ríos y esteros no es meramente agua, sino la sangre de nuestros antepasados. ... El suelo bajo mis pies, ceniza de mis abuelos. Y así sigue su carta, atesorando sentimientos, cuyas vivencias están a la vista. Sus tierras son hoy las más preservadas de los EEUU. Este hombre habrá retenido descalabros en la soledad de su memoria para expresarse así; haciendo sentir, respetar y valorar los arquetipos propios de su lugar; actuando en consecuencia. Tales sentimientos no afloran del limitado marco de una conciencia simplemente "normal". Y pareciera ser el terruño, el ámbito que hace patente sostener natural esa mirada. Cuyo acceso es natural por el sólo haber nacido. Aunque la conciencia accede a él, sólo después de haber muchas pérdidas sufrido. En las más grandes desestructuraciones se forjan en soledad, de muy antiguos capitales de gracias, cadenas de eslabones de resurección, que alcanzan a cubrir océanos de dolor y pérdidas de identidad. Para regalar suertes a los trabajos afectivos; apurando suertes de memoria. Sin ser concientes de ello, hasta no haber cada una de sus obras concluído. Toda ella es eurística, alimentada desde una fuente por años ignorada; de identidad que excede lo que entendemos por personal. Fuente, arca acumuladora de todas las hebras de sacrificio que la cadena de afectos humanos, en divino capital de gracias atesora. Amor que bebe de esta fuente de cristal antiguo tan precioso y a través de su dulzura, su sensibilidad trasmite y creatividad regala en afectividad en obras. Milenarios procesos que llevan la amargura de las heridas a transformarse lentísimamente en pequeños cristales de azúcar. Arca del amor, de todo sedimentado sacrificio. Piedra preciosa, pedacito de ese cristal encantado que se nos regala a través del amor con la felicidad de su ánimo, en cada obra privada, afectuosa y espontánea; También ella, nuestra piedra preciosa, conoce soledad. No son pocas las hebras de los espíritus que bordan en el matraz del eremita. Francisco Javier
No sólo en el alma quedan sellados los sufrimientos. También sellados permanecen en la materia. Al ver esta simple reproducción, y sin previa lectura del relato, una madre de origen suizo, me expresó: Luego con más serenidad añadió: Redacté estos textos en la semana del 12 al 17 de Noviembre del año 2001; y ese mismo fin de semana imprimí, empleando caracteres del antiguo impresor William Caxton, Padre de incunables.
La trascendencia de las inmanencias Francisco Javier de Amore Hortu Bien viene a cuento de Spinoza lo que sigue: “Nadie sabe lo que puede la locura; A estos territorios patenciales entré llevado por la sequedad del espíritu vincular. Las voces inmanencia, permanencia y remanencia se nutren pródigas de sentir en estas dispatías. Quedaron atrás hace mil anos los laberintos. Ahora la inmensidad del desierto era guarida. Ninguna trascendencia otra que la que nutre la soledad de ausencias. Aun hoy después de 25 años, no es el pensar el que guía. Al principio, tal como lo relato en mi primer libro:”La viga de cruce”, era de aquel espíritu su voz la que guiaba mi solitaria labor en esta isla de Naturaleza. Ya advertiré si siento oportuno repetir relato de estos tránsitos. Así los discernimientos que lograre alcanzar a trascendencias, permanencias, inmanencias, remanencias, patrimonios, matrimonios y demonios, serán fácilmente acreditados a locura. Desde esta perspectiva, así acreditada e instalada en mi cuerpo, aprecio economías para describir los enlaces que intentaré mediar en estas voces. Los alientos que asisten esta entrañable relación que a poco sigue, se fueron sumando en las últimas semanas a través de cálidos e inesperados encuentros. Extraña, sin embargo, resultará para vosotros la localización que acredito y que de alguna forma también me facilita Spinoza muy bien contrastada. Las advertencias de Jung y Hillman señalando a la esquizofrenia como la única que alcanza a iluminar el cuerpo oscuro y materia prima verdadera de ego, me fáci-litaron en recientes años dar este salto expresivo e imaginarme en diálogo virtual con ellos. Dejando de lado la revalidación de títulos y acreditación a otros comentaristas; que críticos y durante siglos buscaron alcanzar en cosmovisión, convenientes acuerdos a estos términos. Siendo tanta la distancia que separa la cordura de la locura, como la que separa la punta de la nariz de nuestro propio rostro, dejo en el improbable interés y la paciencia de cada uno la tarea de advertir, qué coherencia y patencia logra alcanzar este relato. Limitado a la realidad visible de la más concreta corporalidad, evito ascender a las naves del espíritu sembradas en cultura que me llevarían, de lo contrario, a los reconocidos planos de inmanencia cuyas localizaciones escapan a mi cuerpo concreto y desde cuyo sentir vivencio. Atrevimiento que tal vez cabe, considerando que mis textos no necesitan ajustarse a obviedades; sino que por el contrario, se precian de ser prácticamente imposibles de leer con créditos legales. Así al menos, acerco mi respeto a Aceptando que las participaciones Recurriré a citas de Jung y Hillman que ya hube de aprovechar en mi libro “La viga de cruce”, para sentar mínimos correlatos de opinión a los que habré de sumar mis propios criterios. “Debido al syzygy del alma y el ánimo, la psicología no puede omitir al espíritu de sus cosmovisiones. Con estos paréntesis rescato mi propio parentesco; que más allá de pequeñas o grandes diferencias, sin este pormenorizado y rico trabajo de Hillman (“on anima”, Spring, 1973-1974) no tendría correlato mínimo, siquiera para poder empezar. Sólo este celo y la relativa discreción con que estos discernimientos afloran, hacen posible poco a poco digerirlos en cosmovisión, sin pérdida de contención en sus tejidos. Los compromisos que señala Hillman entre el alma y el espíritu dicen no necesitar y por tanto no precisa este autor, localización. En mi caso, no sólo he de referir de una precisa localización, sino que me resulta inevitable aprovechar la referencia inicial de Spinoza, para facilitar mínima compañía a estos solitarios criterios con que ayer y hoy saco a relucir vivencias. Es en el cuerpo donde el alma tiene lugar. No he de localizar inmanencias en la eternidad del cosmos, ni en algún aspecto que acrediten teologías. Sino en mi cuerpo. De lo contrario, estarían, pensamientos que sin duda vienen de espíritu, llevando a las nubes estos cuentos donde sus vientos con completa libertad volverían a enredarse con corduras. No es el alma un arquetipo colectivo, ni uno cuasi personal. Sin embargo, en la porción del cuerpo esquizofrénico que ocupa, se manifiesta con discreción, sensible; ésto es: haciéndose sentir. Este arquetipo propio, impersonal y raíz a la cual pertenecemos, es amor propio profundo y contrapartida, opuesta y complementaria, de lo que entendemos por autoestima. 25 años de frugal desierto me hacen sentir que hoy algún espíritu con el soplo de su amor acepta, referenciar con discreción a ese amor propio que me hubo de sacar de lides, dirigiendo mis pasos a desierto en isla de verdura. Amor propio que ocupó callado, el lugar de la autoestima con que el anterior espíritu me vistiera; y que de mi Vida arrebatara luego. En estos 25 años, mucho despuésde las iras y las afrentas; de internación en locura; de desestructuración nuclear; fueron mis cimientos, raíces y savias, las fuentes de inmanencia de mi permanencia. Espíritus, que tantas veces, sin localización en cuerpo y sin la soledad de los desiertos, nos evitan la locura pero acaban con nosotros en interminables laberintos ebrios. Los marcos parentales, inmanencias a las que cada uno un día tardío desciende, me hospedaron, no en conciencia, sino en discreto, oculto y contenedor abrigo. Para los primeros, una porción del alma, repito, tengo localizada en mi cuerpo; porción que va desde el diafragma a los pies, reservada, repito, a mis ancestros. Alcanza por el contrario, localización en mis vías aéreas, desde el diafragma hacia arriba, esa parte del alma que queda reservada a los “espíritus”. Voz que siempre refiere en mi, de la entidad proveniente de los marcos vinculares. De lo que he sentido de las relaciones de estas dos porciones del alma, cohabitadas por el espíritu de mi mujer amada y por mis raíces y mis savias, quedan huellas que hablan más allá de lo intangible, en la fecundidad que brota de sus relacionadas inmanencias. Prolongadas huellas de trabajo. La división de los destinos de nuestras inmanencias, que acredito urgidos al espíritu de mi primera mujer, quedó aquí resuelto en amor de pareja, en aprecios de amistad ancestral. Redoblando mi identidad y sintiendo en todo momento, en todo mi cuerpo, el calor de sus caricias. Así debo hoy y también mañana señalar a Stella Livingston, abuela paterna de mi amada Julieta, haberme regado de humedades e inspirado con sus vientos. Haber convenido sostener mi vida sencilla. Haberme educado todos estos años con suavidad inmensa, para llegar hasta aquí; haciéndome desear esta expresión que aprecio de su gracia compartir. Tan sensibles, oportunas y reiteradas muestras de aprecios me fueron de nuestras mutuas inmanencias regaladas, que por ello este intento de expresar esta localización de nuestras casas enamoradas, en el mismo cuerpo. El contraste de los silencios de esa porción inferior del alma donde mis ancestros tienen su morada, con las manifestaciones del alma superior que ella ocupaba, marcaron la calidad de estas vivencias. Soledad entonces, bien acompañada, que me permitió en marco extraordinario de privacidad, espontaneidad y afecto, alcanzar durante años sus regalos de creatividad, natural cansancio y felicidad al fin de cada jornada. Patrimonios, inmanencias intangibles que gracias al amor de la mujer, solo así devienen patrimonios personales; luego visibles. No es el culto de la tradición lo que genera esta particular fecundidad. Que así apreciadas también regalan oportuna y discreta conciencia de nuestras inmanencias. Este siglo, merced a la genética, alcanzarán espíritus a nuestra conciencia, nociones nunca imaginadas de elemental reconocimiento de nuestras múltiples constituciones ancestrales individuales. Pero será siempre el amor de la pareja lo que permitirá a través del espíritu de la mujer, ver fecundadas las relaciones de nuestras siempre ocultas inmanencias. Este ocultamiento es de rigor. Ocultamiento que no significa olvido; sino callado respeto para dejar paso al reconocimiento de la dote de inmanencias que alcanza la mujer con su amor a trascender. Son los descuidos de estas inmanencias provocados por antiguas lesiones sembradas en nuestras ancestralidades, las que desde su amor propio hacen invitación a los desiertos donde un día los reconocemos. Tareas dependientes del amor humano para reparación. Fenómenos profundos que reconocen un día todas las heredades.
Ayer, 5 de Enero, fui visitado por dos amigas, que acompañadas de sus hijos alcanzaron a regalarme diálogo sabroso y profundo, en inesperada comprensión. Siendo madre atareada en quehaceres hogareños nunca alcanzaba oportunidad para sumergirse en ellos y quedar satisfecha por haber enhebrado criterios, esos que nos descubren finalmente algo nuevo, personal. Advertimos juntos, que los patrimonios son, en primer grado, variados; pero, “los de cada uno”. Y que por ello sostenemos un día, dificultades que no alcanzan en análisis comprensión. Pues pertenecen a fuentes propias que necesariamente afirman su discreción, para no ocupar espacios que están reservados al vínculo de amor. Traer a conciencia estas situaciones territoriales tan propias, no sólo reclama haber hospedado profundas vivencias e infinita cultura, sino muy afortunada comprensión. Y no siempre estas circunstancias se alcanzan en unión preservada de dolor. Sino más bien, paradojalmente, en unión en el dolor. A todos los patrimonios, antes de la hora establecida, se arriba con dolor. El fusis kruptestai filei de Heráclito señala que “las fuentes de la Vida aman encriptarse”. Cada una de las fuentes de nuestras innumerables inmanencias, encriptadas. Y en esquizofrenia, sensibles en nuestro propio cuerpo. Por ello convinimos sin dificultades con Mónica, que resulta nuestro cuerpo el primer trazo patrimonial donde alcanzamos en confianza a recalar, para advertir inmanencias e identidades. No hay análisis que pueda guiar. Ese es el día del perdón de todos los pecados. Ese mismo día 5 de Enero estaba con nosotros Lucrecia. Viuda, con una joven hija y muy en paz con sus inmanencias, acercándose de a ratos para seguir con discreta atención nuestra conversación. Sin embargo, quiso el espíritu amical que nos reunió, que también ella quedara sorprendida al llegar el relato a un viejo café de San Telmo. Allí, por azar, lejos de su casa, el día anterior había recalado. Un mes atrás, estando con mi amiga Odell dispuestos a desayunar, por primera vez en ese bar al que entramos por azar, nos toca en suerte quedar encantados con la mesera. Una joven toda vestida de negro, a la que ambos no lográbamos dejar de admirar. A tanto sentíamos atracción por esta mujer que no pudimos evitar preguntarle y confiarle todo lo que se nos ocurría en ese instante expresar. Entre otras cosas me ví movido a confesarle que no imaginaba, en muchos cientos de metros a la redonda, a nadie con más antigüedad y con más identidad respecto del entorno. Un entorno que se enriquecía y manifestaba desde inmanencias muy antiguas y que en nada habían dejado huellas locativas, otras que las que todo su cuerpo traducía. Este encanto de criatura que con suavidad acompañaba nuestra requisa personal, acusó ancestralidades ibéricas. Quiso entonces hacer acto de presencia su callada abuela ranquel, madre de su madre. De la que esta niña cargaba monumental gracia. Sin embargo, un mes después ella seguía estando presente. ¡Cómo su corporalidad resultó maravillosa y la más sagrada y discreta manifestación de memoria patrimonial, casi “intangible” a su conciencia!
Tres días antes, el 2 de Enero, había estado en la fiesta de casamiento de la hija de mi más viejo amigo. De inmediato sentí el placer de estar al lado de una bella señora que resultó ser viuda, de mi edad, y a la que había advertido en el jardín luciendo una única hermosa capelina de gran vuelo. De tal manera que pronto sentí intimidad y oportunidad de preguntarle, (luego de errar y como lo hago siempre), de dónde procedia. Con firmeza me acreditó su origen florentino. Y no necesitó entregar más que cuatro gestos para dejar traslucir su fina aristocracia bien peninsular. Pero fue mucho más sencillo sorprenderla a ella, cuando advirtiendo en su cabello y en su rostro a otros ancestros, pregunte por ellos. No pudo entonces dejar de recordar a su abuela guaraní, de quien, entre sus 13 nietos, había sido la única en heredar el mismo lunar en el eje de su nariz. Alcance el lector por favor a recordar, con qué gusto hago siempre referencia a la distancia extraordinaria que media entre la punta de la nariz y nuestro rostro. Tan gratificada quedó esta bellísima señora de toda mi insistencia en advertirle lo que a todas luces se advertía, que en un instante trajo a relato las trascendencias, que no dudo vinieron regaladas de esta abuela aborigen americana, y así llovieron sobre su abuelo europeo, fundador de la ciudad de Formosa y padre de sus 13 hijos. Por estas advertencias reiteradas me cabe en señalar al cuerpo, una vez más, como el primero de los patrimonios. Y a la cultura, como el primer depósito de enredos. Los tiempos que vienen habrán de regalarnos extraordinarios instrumentos para cultivar amorosa sinceridad interior; y de aquí, enorme reconocimiento. Si bien me resulta el propio cuerpo el más sentido recipiente de inmanencias y trascendencias, acredito a los terruños ese entrañable arraigo al que ni los milenios de separacion, ni los infortunios, alcanzan a borrar. Me ha tocado en suerte desde hace exactamente 25 años (bien poca cosa), habitar en un predio que reconoce permanencia de dos grupos familiares durante aprox. 335 años. (Al 2020 reconozco 40 años en este terruño) El primero, luego de casi un siglo, dona al segundo esta heredad que conservan ellos durante 241 años: desde 1695 hasta 1936. Relatos, que de la mano de segundos y terceros me llovieron sobre la mágica condición que advertían en estos territorios, hube de compilar en mi breve texto: “El eremita”. Todas las manifestaciones fenomenales de las que me hablan, están tan precisamente localizadas en un lugar concreto y tan cercano, que cómo habría de anteponerles el prefijo “meta”, si están aquí. ¡A qué ignorar, que es el temor a desestructurarse reconociendo que estas cosas pasan a menor distancia que la que tenemos puesta la nariz, el motivo por el cual usamos tan contrastante y errado prefijo?! Señores filósofos, bajen a tierra por favor. Señores... logos y locura van y vienen del mismo ruedo. Con estos locos instrumentos, advierto un tercer nivel de patrimonios, en nuestras lenguas. Algo que ayuda a enriquecer nuestra sinceridad interior. Espero que muchos de vosotros a los que pese sentir el frío de estos textos, me disculpen por esta vieja costumbre de medio siglo ya, rastreando inmanencias en la lengua. No puedo resistir en este instante la tentación de traer a la memoria unos breves párrafos de un viejo amigo de James Hillman, que dicen: "Ocultas tras las palabras se conservan eternas formas de humana Etimologías que lucen como terapias diferenciando lo que es profundo y colectivamente inconciente. A mi larga soledad estos placeres. Siento que a estas maravillosas advertencias todavía y siempre les cabe la más particular y preciosa personal localización. Por ello, de los contenidos que me regala la raíz indoeuropea en sus tres campos de sentido; recojo referencias de men-1: al “pensar”; a “lo dispuesto”; a “lo automático”; al “estar fuera de sí”; a “las ménades”; a los “mentecatos, vehementes y dementes”; De men-2: “al proyectar y el ascender”; a “las almenas”; a “lo inminente” y a “lo eminente”; “al mentón”; al “montar”; al “montaraz”; “al monte” y al “promontorio” Y por fin, en el men-3: “al quedarse”; “al permanecer”; a “lo manido”; a “la manida”; a “la guarida”; a “la estancia”; a “la masada, la masía, la mansión”; Con estos recursos que la linguística histórica regala a nuestra frágil memoria, hasta un epímone estallaría en mil fragmentos y haría que el fuego encerrado en el alma de la enmudecida piedra, salga disparando a hablar. Sin embargo, es del vasco primigenio, el tercer patrimonio más vivo y memorable de mis ancestros, en las voces “irau, iraula, iraulde, iraulgi, irauli, iraulki, iraultze, iraun, iraungi, iraunkiro, iraunkor, irauntsi, irauntz” donde resuenan los ángeles y demonios que me recuerdan y asistieron cuando mis rodillas un día se clavaron en el suelo. “Desde las afrentas, las injurias y la ira; al rocío del Alba; desde el basurero al aire libre, al cultivo de las tierras; desde la generación de razas y linajes, hasta los revuelcos del transporte en tanto es cernida la harina de la reconversión...la perseverancia, la constancia, el soportar, el sufrir, el apagar, el apaciguar, el calmar, el consumir, la duración, el insistir, lo duradero...” ...si no están aquí los meollos que me hacen sentir toda clase y mis más propias inmanencias e incluso, de mi propia historia personal; dime lector, ¿fuera de este cuerpo, de estas tierras y de mi habla, dónde habría de hallarlas? Con cuatro letras iniciales prietas y breves sufijaciones, me ha dado el vasco mil vueltas en el lugar donde muerto, resuscitando y con trabajos de niño, naciendo sostenido vengo.
Pulsiones en el habla que fluyen y verban del alfa al omega; y donde sobran reflejos de inmanencias. Personales e impersonales. Cabe ponerles nombre. y en día afortunado con hojas sueltas te lo dispone. Decir intangible es decir “patrimonio” Tan radical enunciación cabe con toda intención y precisión, para acreditar el mayor valor que éstos alcanzan cuando laten en completa discreción. Una vez que somos elegidos por el espíritu del amor (vincular), a qué imaginar necesario trasmitir lo que a todas luces luce generoso y maravilloso; siendo su silencio el que mejor nos dispone para abrirnos al amor vincular. Mercedes que quedan en manos de este espíritu, que de sobra conoce el valor de nuestros cimientos y por ellos nos elige. A cambio de su ilusión de ventilarnos y en algo nuevo transformarnos, no hablemos de ellos sino construyendo con la resistencia, la persistencia, la insistencia, la consistencia, la asistencia, la subsistencia de su mayor nobleza. El reconocimiento íntimo de los cimientos es tarea interminable y común en los desiertos. El gozo íntimo que viene de los cimientos es ese temblor suave que llamamos fecundidad. Fecundidad que siempre viene anticipada por la mujer amada y bien acariciada por los sueños. Paisajes del diafragma Bastaría con vivir algunos descalabros y localizaciones que narro, para patenciar que Cuerpo y Alma, transitivos e intransitivos; vientos para autoestima arriba y abajo, Espíritu Persona y E-Go Profundo Sus separaciones, desierto; y sol por donde desciende sabiduría. Antiguos Paraísos perdidos que solicitan y asisten nuestro trabajo “poético”. Primarios embelesos de arquetipo colectivo que un día, más allá de la y ella misma,
La ley del “nada se pierde, todo se transforma”, resulta obvia cuando razón parental y razón vincular rescatan en aprecios cercanía. Bastante, empero, amenaza perderse cuando estas razones luchan Que más allá y más acá del viento, las raíces y las savias, aunque siempre ocultas, sostienen en esfuerzo permanente guardia. Psijé, el espíritu que sopla, alienta y trasciende al parecer todas las esencias, no puede impedir frente a la muerte que aflore finalmente lo inmanente en nos; y de mil formas nos cimiente, nos irrigue y silencioso sea: “res” medular; “carne sensible”, en más que un eurístico presente.
Terminé de redactar estos textos que intentan acercar localizaciones de las esencias radicales y su entidad dependiente del espíritu vincular, el 8 de Enero del 2005; dando de inmediato, en esta antigua isla de Naturaleza, lugar a su edición. Son ya 25 años pasados de aquel 6 de Enero de 1980 en que fui alcanzado por un sueño después de 10 años sin soñar y me tocara en suerte entrar por vez primera a este terruño entrañable. A todos los que visiblemente me amaron e invisiblemente me sostuvieron, conciente o no de ello, por ellos aun permanezco y quiero. Index . . Oba . 1 . 2 . . amo . 1 . 2 . 3 . 4 . 5 . 6 . 7 . 8 . 9 . 10 . 11 . 12 . 13 . 14 . 15 .
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